25 April 2011

UN HOMBRE PARA TODAS LAS EPOCAS



By: Sylvia Davila MM
Bogotá
Copyright
Abril 25/2011
ENGLISH VERSION

Fernando Gómez Agudelo/ El Hombre que nos hizo Televidentes
Publicado en el periódico EL TIEMPO/ Abril 25, 2011



Hace 80 años nació Fernando Gómez Agudelo. Uno de esos hombres capaces de dar un salto al vacío, de enfrentarse a lo desconocido, de hacer lo que nunca nadie había hecho antes. Se le midió a todos los retos y salió de todos victorioso.
  
Los grandes quiebres de la historia tienen siempre de protagonistas a personas que se le midieron a “lo imposible”. Fernando Gómez Agudelo fue una de ellas. A los 21 años, en siete meses y sin haber visto nunca televisión, consiguió diseñar, comprar, traer e instalar en la escarpada geografía colombiana los equipos necesarios para hacer la primera emisión televisada de nuestra historia. Años después, cuando el país se había resignado a ver el alunizaje en fotografías porque no tenía rastreadora, con sus propios medios y empresa, Fernando ideó una operación creativa y audaz que nos permitió ver en vivo y en directo ese pequeño paso para el hombre y gran paso para la humanidad. Su programadora - RTI - lideró siempre el medio en tecnología y contenido con Fernando Gómez sentado en la poltrona de su oficina, cafetera y taza de tinto, un cigarrillo prendido en la mano, otro también prendido en el cenicero y música clásica de fondo.

Carismático, versátil, decidido, visionario y culto, Fernando Gómez fue uno de esos hombres capaces de dar un salto al vacío, de enfrentarse a lo desconocido, de hacer lo que nunca nadie había hecho antes, de ser el mismo con poder o sin poder, un hombre que llevó sus pasiones a feliz termino. La música: su reverencia por Bach reemplazaba al dios en el que no creía, y lo conocía hasta en su último adagio. La electrónica: su afición por ella mantuvo al país, su programadora y su casa funcionando siempre con la más reciente tecnología. Pero fue la radiodifusión, único medio de comunicación masiva durante su infancia y juventud, la pasión que lo llevó a cumplir la cita con el destino: la televisión.

Su padre José J. Gómez, magistrado de la Corte Suprema de Justicia en los años treinta, instaló en la vida de sus cuatro hijos pasión por la música clásica y, también, estimuló el talento de sus dos hijos Ricardo y Fernando en la electrónica. El barrio en el que vivían tenía el privilegio de contar con emisora radial propia que los niños Gómez habían construido y en la que transmitían música, noticias y comerciales. Formados en el Gimnasio Moderno y en el Gimnasio Campestre, Ricardo tomó el camino de las Matemáticas y la Física en MIT y Caltec, y Fernando el del Derecho en la universidad Javeriana, pero seguirían siendo equipo en todas las aventuras en las que Fernando se embarcaba.

Cuando el general Rojas Pinilla citó al director de la Radiodifusora Nacional - Fernando Gómez Agudelo - para informarle que lo había elegido para dirigir la operación que haría posible la primera alocución televisada de la historia, Fernando voló a MIT y con Ricardo y un grupo de ingenieros de comunicaciones - sobre un mapa de Colombia - calcularon los dos océanos, la selva, el desierto, los valles y la cordillera de los Andes para hacer posible la televisión en el país. Compró los equipos de transmisión en Alemania. En Nueva York mientras buscaba los equipos para Estudio, se encontró con un compañero de colegio, Fernando Restrepo, quien trabajaba en una empresa de tele-comunicaciones. Terminó ahí su búsqueda e inició una amistad y sociedad para el resto de la vida. Los equipos listos, faltaba quien pudiera operarlos y, de nuevo, llegó a sus oídos el cierre del Canal 11 de Cuba, todos sus operarios vacantes y todos se vinieron a Colombia. Para el contenido de una programación televisada y en vivo que no existía, se trajo de la radiodifusión gente del mundo cultural que conocía bien y que él mismo había llevado a la radio nacional. La primera transmisión de televisión de la historia de Colombia fue impecable. Fernando Gómez tenía 21 años. De ahí en adelante es historia. La televisión nació, se desarrolló y creció con Fernando Gómez Agudelo.

El mejor ejemplo de su personalidad, quizás, es la programación de RTI que comandaba y que debía luchar en cada licitación de espacios de televisión, sistema que operaba entonces: su clara comprensión del negocio hizo que su Telenovela fuera siempre la telenovela estrella. En las licitaciones, Plaza Sésamo no era negociable, la franja de los niños. El humor fue durante muchos años una franja imbatible El Chinche, solo superado por su auténtico gusto por la naturaleza, Naturalia. Las series históricas que todos recordamos, verbi gracia Yo Claudio, La Caída de la Águilas, los Reyes Malditos, las transmitió él. Su arraigado compromiso con la verdad hizo de Enviado Especial de Germán Castro un éxito periodístico durante toda una década. La Teletón de Carlos Pinzón de la que fue pionero, funcionó hasta la muerte de ambos. Palco de Honor a las diez de las noche y sin rating era uno de sus muy personales homenajes a la música clásica.

Tenía un especial olfato para la gente. Uniendo los mejores veteranos con talentos emergentes, conformó un equipo que mantenía en primer lugar a la programadora, y que le seguía los pasos en cada nueva aventura que emprendía. La televisión a color, los primeros exteriores, las unidades móviles, los sistemas modernos de producción, todos llegaron a Colombia gracias a Fernando. Sus pupilos más cercanos Patricio Wills, José Antonio De Brigard y Julio Sánchez Cristo le hacen homenaje al liderar hoy en día la televisión y la radio.

Fue una personalidad única. Alcanzaba todo lo que se proponía, era indiferente al almíbar del poder y alimentaba un mundo propio. Era siempre él mismo, nada lo cambiaba. El sistema de licitaciones y la permanente interacción con el poder que éste obligaba, eran para él una media entre necesidad y desgracia que manejaba, por lo general, con tacto diplomático y, a veces, con sinceridad de aplanadora. Invitado por el Congreso a participar en un debate sobre la televisión publica y privada, se paró en el proscenio en plenaria con la compostura que siempre lo acompañaba, y con la voz grave y casi inaudible que usaba les dijo: “Lo que sucede es que todos ustedes son unos mercachifles”.

En sus ratos libres daba rienda suelta a las pasiones. Era común verlo en bata frente a la mesa de trabajo del estudio de su casa destripando un amplificador recién comprado para ver como funcionaba... con Bach retumbando en las paredes. Mantenía al país tecnológicamente actualizado, pero también era el primero en tener en la casa una cajita llena de botones desde donde controlaba las luces de la casa, la puerta del garaje, la cafetera y el volumen del concierto. Sacaba tiempo para hundirse de lleno en las actividades de su esposa Teresa Morales. Universidad, museo o toda empresa que ella condujera tenía a Fernando ejerciendo de primer asistente. Era una relación profunda - juntos desde los veinte años - de intereses que servían a ambos. La literatura latinoamericana llevada a la pantalla por Fernando e inspirada por Teresa, resultó un éxito de rating sin precedentes. Le gustaba el campo y los niños. La fiesta de Navidad de RTI no era nocturna ni había trago. Se hacía en un parque de diversiones con la totalidad del personal, las esposas(os) y los hijos. Viendo el temor de los niños de subirse al tobogán, Fernando, encorbatado, no dudaba en montarse al costal y lanzarse rodadero abajo. “Grandes y chicos” lo seguían.

Fernando no se detenía, quizás por eso se consumió pronto. El día antes de su muerte a las 59 años, estuvo instalando cables e interruptores para el equipo de sonido de la sala de su casa. Fernando Gómez Agudelo se le midió a todas las hazañas victorioso. Mantuvo siempre un compromiso con el país antes que con sus intereses personales. Le dio rienda suelta a sus pasiones y se convirtieron en hazañas históricas. Nunca abandonó la ternura con Teresa, Claudia y Gabriel, el campo, los perros y los niños. Comandó la televisión colombiana al tiempo que presidía una programadora pujante. Y la usó para darnos a todos los beneficios de sus grandes pasiones, y de lo que era y nunca dejó de ser: un líder.
- Abril 25/2011 SYLVIA DAVILA MORALES ®







A MAN FOR ALL SEASONS



By: Sylvia Davila MM
Bogotá
Copyright
April 25/2011
Fernando Gomez Agudelo/ The Man who made us TV viewers
Published in EL TIEMPO Newspaper /April 25/2011

Fernando Gómez Agudelo was one of those men who are able to take a leap into the void, to face the unknown, to do what no one else has dared before.  He took on all challenges and accomplished them successfully.

People that dared to attempt “the impossible” cause great turns in history. Fernando Gomez Agudelo was one of them. At the age of 21, within seven months and not having ever watched television, he managed to design, purchase, transport, and install in Colombia’s rugged geography, the equipment needed to launch our history’s first TV emission. Years later, while the country was still resigned to seeing the moon landing on photographs, by his own means and enterprise, he devices a creative and audacious operation that allowed us to witness live man’s small first footing and that great step for humanity. His production company –RTI  Television– led the medium from the outset, both in terms of technology and content, with Fernando seated in his office armchair, with a coffee maker nearby, a cup and a lit cigarette in his hand, a cigarette burning on an ashtray, and classical music in the background.

Charismatic, versatile, determined, visionary, and cultured, Fernando Gómez was one of those men who dared take a leap into the void, face the unknown, and attempt what no-one else had done before; a man that power did not change; a man that led his passions to a happy ending. Music: his reverence for Bach, of whom he had knowledge up to his last adagio, replaced the god he did not believe in. His love for electronics kept the country, his company, and his household always up to date with the latest of technologies. But it was radio broadcasting, the only mass communication system available during his childhood and youth that led him to his destiny: television.

His father, Jose J. Gomez, a magistrate of the Supreme Court during the thirties, infused his four children’s life with a passion for classical music and, also, stimulated the talents of his sons, Ricardo and Fernando, for electronics. The neighborhood in which they lived had the privilege of benefitting from the private radio station the Gomez boys had installed and which broadcasted music, news and commercials. Ricardo took the path of Mathematics and Physics at MIT and Caltech, while Fernando chose to study Law at the Universidad Javeriana in Bogotá. However, they always remained the tight team they were when engaged on any of Fernando’s adventures.

When General Rojas Pinilla summoned the director of the National Broadcasting System - Fernando Gómez Agudelo – to inform him of his appointment to conduct the operation that would enable the first television allocution in Colombia’s history, Fernando flew to MIT and, over a map of Colombia, with Ricardo and a group of communications engineers, they made the necessary calculations - the two oceans, the rainforest, the desert, the valleys, and the Andes mountain range – to make television possible throughout the country. He purchased the broadcasting equipment from Germany. In New York, while searching for the Studio equipment, he encountered a schoolmate, Fernando Restrepo, who was working for a tele-communications company. The search ended there, giving way to a lifetime friendship and partnership.  All equipment ready, what was now needed was someone to operate them and, then, Cuba’s Canal 11 closedown came to his attention; all of its laid off operators travelled to Colombia. For the content and programming of a live television transmission that did not yet exist, he brought in well-known people from the cultural world that he had personally referred to the national radio-broadcasting world. The first television transmission in Colombia’s history was flawless.  Fernando Gómez was twenty-one years old. The rest is history.  Television in Colombia began, developed, and thrived with Fernando Gómez Agudelo.

Perhaps the example that best describes his personality is the programming of RTI –a television production company that he founded. His clear understanding of the business managed to put his Telenovela (soap opera) at the top of television serials.  During bidding, Sesame Street, the children’s time, was non-negotiable. For many years, humor was an invincible hit with El Chinche, which was outranged only by his authentic liking for nature, Naturalia. The transmissions of the historical series we all remember, verbi gracia, I, Claudius, Fall of the Eagles, The Accursed Kings, were his doing.  His deep-rooted commitment to truth led Germán Castro’s Enviado Especial (Special Envoy) to the journalistic success it became throughout a whole decade. Carlos Pinzón’s Teletón, of which he was a pioneer, was broadcasted until they both died. Palco de honor (Royal Box), at ten o’clock at night, with no rating, was one of his personal homages to classical music.

He had a special nose for people.  By bringing together the best veterans with emergent talents, he formed a team that kept the production company at the very top, and that followed his steps on every new adventure he was to engage in.  Color television, first exteriors, mobile units, modern production systems, all came to Colombia thanks to Fernando. His closest pupils, Patricio Wills, José Antonio De Brigard, and Julio Sánchez Cristo, render homage to him as current leaders of Colombia’s radio and television.

His was a unique personality. He climbed every mountain, was indifferent to powers’ sweet, and nourished a world of his own. He was always himself, nothing altered him. The competitive tendering system in force for television at the time, and the permanent interaction with government officials it imposed, was for him a median between necessity and an inconvenience, which he generally handled with tact and diplomacy and, on occasions, with crushing sincerity.  Invited by Congress to participate in a debate over public and private television, he stood before a plenary assembly, and with his usual composure, in a deep almost inaudible voice he declared: “What happens here is that you’re all a bunch of crooks”.

On his spare time, he let his passions run loose. At home, he was often seen sitting at his studio’s desk, eviscerating a recently bought amplifier just to see how it worked… while Bach reverberated against the walls. He kept the country technologically up to date, but also, he was the first one to have in his home a small panel box covered in buttons from which he controlled all the house lights, the garage door, the coffeemaker, and the concert’s volume.   He would make time to fully immerse himself in his wife Teresa Morales’s activities.  The University, the museum, or any other enterprise she was engaged in had Fernando as her first assistant. Together since they were twenty, theirs was a profound relationship of interests that served them both.  Latin American literature taken to the screen by Fernando and inspired by Teresa, reached a rating success without precedents.  He loved the countryside and children.  RTI’s Christmas party was neither at night, nor had any liquor offered. It took place at an amusement park with and for the entire personnel, their spouses, and children.  Upon seeing the children’s fear of riding the high slide, Fernando, in suit and tie, did not hesitate in climbing on to the sack and taking his own ride down. “Big and small”, all followed him.

Fernando was never motionless, that’s perhaps why he left so soon. The day before his death, at the age of 59, he kept himself busy installing wires and switches for the stereo equipment in his living-room.  Fernando Gómez Agudelo dared to try all sorts of ventures successfully. He kept a full commitment to his country over his personal interests. The passions he let run loose became historical prowesses. He never let go of his tenderness toward his family, toward the countryside, dogs, and children.  He managed Colombian television while running a thriving production company. And he used it to share with us the benefits of his great passions and of what he was and never stopped being: a leader.
April 25/2011 - SYLVIA DAVILA MORALES®









10 April 2011

PODRA LA CULTURA CURARME DE LA VIDA?



By: Sylvia Davila MM
Bogotá
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Abril 10/2011

ENGLISH VERSION

A todos nos enseñan a subir pero son pocos  los que saben bajar. Competencia, esfuerzo, agallas, ambición es el pan de cada día de la cartilla personal de todos, pero no todos sabemos qué hacer cuando la vida nos lanza a un abismo, nos planta un muro o nos obliga a andar un camino impensado. Ese fue el caso de Bernardo Hoyos.

Las generaciones jóvenes poco saben de él pero quien incursione en la vida cultural encontrará alguna huella que él dejó a su paso, paso que inició con pie derecho hasta que – en una extraña premonición de su apellido – cayó en un hoyo oscuro que a los treinta años trastornó para siempre su proyecto de vida. 

Todo empieza para Bernardino, su nombre de pila, con las voces del coro retumbando en las paredes de la iglesia de Santa Rosa de Osos, su ciudad natal.  La música fue el mástil que señaló el camino. En 1953, apenas cuatro años después de la aparición de los discos LP (long play), el rector de la universidad en donde estudiaba Derecho le ofreció conducir un programa de música en la emisora de radio del plantel. Tenía veinte años.  Al tiempo que estudiaba, Bernardino conseguía discos comprados o prestados para transmitir lo mejor del Jazz de la época. Fue tanto el éxito del programa que, en retribución por dar a conocer el Jazz en estas tierras y a través del Colombo Americano, recibió una beca Fulbright, beca que contaba entonces, y aún lo hace, con un gran prestigio y coronaba a su dueño con excelencia académica.

En Washington aprendió inglés y en Nueva York se hundió en el mundo cultural que ya empezaba a definir sus propósitos. Por eso, la siguiente meta fue Europa. Dejó de fumar para ahorrar, puso el presupuesto en cintura, y con lo que ahorró compró un viaje de ida y vuelta que lo llevaría en barco desde Nueva York hasta Le Havre, y lo regresaría cuatro meses después en el barco Il uso di mare desde Barcelona hasta Cartagena.

Dos meses en los museos, teatros, bibliotecas y calles de París, uno en España y otro en Italia le dieron el primer baño cultural in situ que constituirían las primeras bases para sus sólidos conocimientos. Al regresar a Colombia, pensó en convertirse en ejecutivo en áreas relacionadas con sus gustos personales. Ahí es cuando Bernardino se convierte en Bernardo. Trabajó en Cine Colombia, en Atlas Publicidad, en McKanericson y en Dinavision hasta que le ofrecieron el cargo de relacionista público en una compañía en Nueva Orleans. El tic-tac del reloj marcó una nueva partida acercándolo al vuelco que, sin falta, daría su vida.

Pasado un tiempo de vivir en la ciudad del Jazz, compró de nuevo un pasaje a Europa, esta vez, a la ciudad que constituía La Meca de sus ilusiones: Londres. Fue allí, una noche del otoño de 1966, en un bar de Wimpole Street, en donde los amigos con quienes compartía unas copas le contaron que emprenderían un viaje a Italia y Yugoslavia. Al escuchar el conocimiento detallado que sobre Italia tenia Bernardo, le propusieron acompañarlos. Bernardo dio el primer sí que cambiaria para siempre su vida.

Una mañana al despertar en un hotel en Yugoslavia vio el equivalente a una moneda negra instalada en medio del ojo derecho. Una revisión urgente en el hospital de la zona diagnosticó una rara infección que levantó en algún momento del viaje. En el hospital le aplicaron antibiótico. Seguro de que la medicina obraría efecto, Bernardo continuó la gira turística hasta que, seis días más tarde, caminando en una iglesia el piso empezó a oscilar, a moverse, a quebrarse… Alarmado, decidió regresar inmediatamente a Roma en busca del profesor Vietti, autoridad en la materia, quien accedió a verlo al día siguiente. A las seis de la mañana del día que señaló el giro drástico que tomaría su vida, sentado sólo en una banca de un corredor de hospital, mantuvo la calma cuando el profesor Vietti se acercó, lo examinó y sin emoción dictaminó: “ Desprendimiento de retina doble” en ambos ojos. El atareado profesor siguió su camino dejando a Bernardo sin aliento con cada palabra retumbando en la mente: estaba ciego. Tenia 32 años.

El temor inicial cedió pronto frente a una sólida vena filosófica que lo ha acompañado siempre. Pensó “Nadie será tentado más allá de sus fuerzas” palabras de San Pablo y, también “No quiero quedarme ciego ni morir en Roma”, palabras de él. Regresó a Colombia para iniciar una odisea clínica de varios años – operaciones exitosas, operaciones menos exitosas, períodos en los que la visión parecía recuperarse, períodos de oscuridad total – hasta llegar al peor escenario para su vida: imposibilidad de leer.

Pero la vida que le quitó por un lado lo compensó por otro. En uno de los períodos “buenos” de la visión conoció a Constanza Montes a quien dio el segundo sí que le cambió la vida. Constanza se convirtió, no en su bastón - Bernardo siempre ha caminado solo - sino en la persona que compartiría su vida literalmente en las buenas y en las malas. Bernardo continuó trabajando gracias a que aprendió a hacer mapas mentales de los lugares de trabajo, número de escalones, puertas, giros, voces. La luz y sombra que le permiten los ojos se convirtió en la realidad que él maneja con propiedad y dignidad. También llegó a sus manos una lupa que le permitió volver a leer con un ojo, sobretodo a Proust a quien recita de memoria en español, inglés y francés.

Su determinación de llevar una vida normal lo llevó a conseguirla. En 1990 fue nombrado relacionista público de Bavaria y unos años después editor de la revista International Management con sede en Londres.  Allí aceptó ser redactor internacional de la BBC en donde trabajó nueve años. Hoy, a los 76 años, Bernardo piensa que “la vida más que dificultades me ha dado oportunidades”, y se considera afortunado de haber podido trabajar toda la vida en lo que le gusta: cine, literatura y música. Una inusual calidad humana que rige su comportamiento y sus palabras, le ha ganado cierta reverencia que le otorga quien se acerca. No reclama a la vida por la carga que le puso, piensa que siempre “he hecho lo indispensable” para cumplirle a la familia, al trabajo y a sí mismo. Los afectos que crea a su alrededor se resumen en las palabras de su único hijo, Juan Sebastian, cuando le pedí me hablara sobre Bernardo. Me dijo: “Por supuesto, cuando quieras. Nada que me guste más en la vida que hablar de mi padre.” / Abril 10/2011 - SILVIA DAVILA MORALES®. Marzo/2011 - Photo: Archivo Bernardo Hoyos

09 April 2011

COULD ART HEAL ME OF LIFE?/Profile



By: Sylvia Davila MM
Bogotá
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April 9/2011







We all are thought to climb up, but few are told how to climb down. Competition, efforts, guts, ambition are words present in every one’s schedule, but not everybody know what to do when life throw us into an abyss, plants a wall on our way, or oblige us to walk an unexpected road. This was the case of Bernardo Hoyos.



The young generation knows little about him, but whoever moves in cultural fields will find a trace left by this man who began his life with a right foot until – in a strange premonition of his name Hoyos (Holes) – fell in a dark hole that changed forever his life project.

Everything begins for Bernardino, his birth name, with the voices of the choir hitting the walls of Santa Rosa de Osos Church, his hometown. Music would become the arrow that showed the way. In 1953, just four years after the long play was launched, the Head Master of the University where he studied Law, asked him to conduct a music program for the institution’s radio station. He was twenty years old.  As he studied, he would buy or borrow records to air the best Jazz of the time. The program was so successful that a Colombo-American institution gave him a Fulbright scholarship.

Once in the United States, he promenaded New York drawn into cultural life that began to define his purposes. That is why the next step was Europe. He quitted smoking to save money, tightened up his budget and saved enough to buy a ticket that would take him by ship from New York to Le Havre, and bring him back, four months later, in Il Uso di Mare from Barcelona to Cartagena de Indies.  

Two months in Paris museums, theatres, libraries and streets, one month in Spain and another in Italy gave him a cultural bath in situ that would feed his solid knowledge. When he returned to his country, he headed to become an executive in fields that met his personal searches. Here’s when Bernardino became Bernardo. He worked in Films and Advertising fields until he was offered a job as PR of a company in New Orleans. The tic-tac of the clock launched a new departure that would bring him closer to a turning point.

After a while in the city of Jazz, he bought again a ticket this time to the city that meant for him The Mecca of his illusions: London. It was there, an autumn night, in a Wimpole Street bar, that the friends we has sharing some drinks with, told him about a trip they were going to make to Italy and Yugoslavia. When they realized how much he knew about Italy, they asked him to join them. Bernardo gave the first “yes” that would change his life forever.

One morning when he woke up in a hotel room in Yugoslavia, he saw the equivalent to a “dark coin” installed right in the middle of his right eye. An urgent check up at a local hospital diagnosed a rare infection caught somewhere during the trip. They gave him an antibiotic. Certain that the medicine would work, he continued his travelling until, six days later, walking imto a church the floor moved as if braking… his sight was leaving him. Alarmed, he returned to Rome in search of professor Vietti, an authority in eyes diseases, who agreed to see him the next day. Next day, at six o’clock in the morning, alone, seated in a chair of a hospital corridor, he managed to keep himself together as professor Vietti approached, examined him and emotionless sentenced: “Double detachment of the retina in both eyes”. The busy doctor went on his way leaving breathless Bernardo with every word bouncing in his mind: he was blind.

Initial fear gave way to a solid philosophical vain that has always sustained him. He though: “Nobody will be tried beyond his might” - Saint Paul’s words-, and “I don’t want to become blind or die in Rome”, his words-. He went back home to begin a decade of medical odyssey – successful surgeries, not so successful surgeries, times where his sight seemed to return, periods of total darkness – and the worst of all scenarios for him: impossibility to read.

But just as life took away from him, it also compensated him. During one of the few “good” times, he met Constanza Montes to whom he gave the second “yes” that would again change his life forever. Constanza became, not his stick - Bernardo has always walked by himself - but the person that would share his life, literally, for good and bad in health and sickness. Bernardo kept on working by learning to make mind maps of the working place – number of steps, doors, turns, voices. The twilight that his eyes allowed became a reality that he handles with confidence and dignity. A magnifying glass arrived to help him read with one eye, read especially Proust whom he recites by heart in Spanish, English and French.

His determination to lead a normal life led him to gain it. In 1990 he went back to his PR job, and a few years later he was chosen as an Editor of International Management magazine in London. There he became international reporter for the BBC where he worked for nine years. Today, at 76, Bernardo thinks that “life has given me more opportunities that difficulties”, and believes himself fortunate to have been able to work all life on what he likes best: cinema, literature and music. A warm human quality that leads his behavior and his words, has gained him certain reverence that people gladly offers him. He does not demand life for the burden given. He has “always done what is necessary” to honor his family, his work and himself. The affections he grows around him can be summarized in his son’s words when I asked him to talk about Bernardo. He answered: “When ever you like. There is nothing I like more than talking about my father.” April 9/2011 - SYLVIA DAVILA MORALES ® March, 2011 Photo: Bernardo Hoyos archives.