Bogotá
Vivo sobre una calle muy
transitada cerca de un semáforo. El lugar es una intersección en la que se
cruzan dos océanos de carros. Entre las cinco de la tarde y las siete de la
noche, un río de automóviles se
instala bajo mi ventana. Cada dos minutos, el tiempo que dura en cambiar el
semáforo, todos pitan. Y lo hacen
de cinco a siete todos los días. Los he estado observando.
Supongo que el diseño inicial de un automóvil
incluyó un pito con la intención de hacerlo útil. Si alguien va a cruzar la
calle desprevenido, se pita. Una tractomula en reversa que no nos ha visto, se
pita. Un amigo caminando por el anden, pues sí se pita. Pero en un semáforo? El
semáforo cambia y antes que la fisica misma pueda entrar en acción para
movilizar la masa todos pitan! A veces, se forma un trancon estrella: el de la
derecha tranca al de la izquierda y el de arriba al de abajo, hasta que quedan
las cuatro trompas mirándose y ninguno puede avanzar. Y, por supuesto, todos
pitan.
Cada uno quiere imponer su propio afán. Si la
viejita que lidera el puesto del semáforo se toma más de un tercio de segundo
en poner la primera, sacar el cloch y acelerar, la muelen a pito. Y si no es
una viejita sino cualquier persona que espera a que cambie el semáforo para
poner primera, la muelen a pito. Situación sólo superada por el fenómeno de los
peatones. Juicios todos en el anden esperan a que el ya famoso semáforo les de
vía. Efectivamente, el río de automóviles se detiene pero no en cualquier
forma. Un bus, dos taxis y cuatro motos se detienen con el pie en el
acelerador, la primera puesta bajo la mano que empuña la palanca, y los ojos
fijos - sin pestañar- en el semáforo. En el instante que el semáforo pasa a
amarillo, el bus, los dos taxis y las cuatro motos arrancan sin mirar quien
esta pasando o terminando de pasar la calle. Si el peatón es una señora con un
caminador para trillizos, o una empleada cargada con bolsas del supermercado,
un viejito de bastón, o un simple y común ciudadano, es posible que logren
saltar para no ser atropellados pero seguro los muelen a pito. Los que pitan
creen tener el derecho de imponer su afán. Los que pitan no solo quieren
imponer su propio afán sino ignoran las necesidades de los demás.
Los “pitadores” además de generar polución
auditiva son una manifestación diaria de intolerancia y agresividad. He
intentado parches para los oídos pero terminé dándole gracias a Dios por mi
iPod y mis audífonos./SYLVIA DAVILA MORALES®
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