24 January 2011

DE RUSIA CON AMOR


By: Sylvia Davila MM
Bogotá

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Para mi hermano Alfredo casi todo en la vida constituía un reto que enfrentaba hasta las últimas consecuencias. Lo hizo siempre. La más pequeña curiosidad en su mente se transformaba en una empresa de insospechadas dimensiones.
Un día cualquiera resolvió arreglar un antiguo piano de cola que su esposa heredó de la abuela Mamía. Su procedencia siempre lo había intrigado.  Decidido a arreglarlo, hizo una investigación exhaustiva sobre los técnicos que ofrece la ciudad, los visitó personalmente y finalmente eligió uno. 
Un hombre maduro con su maletín de relojero Suizo apareció una mañana y descubrió los misterios del piano. Alfredo siguió cada paso queriendo saber todo sobre el interior del instrumento. También descubrió varias capas de polvo y se dispuso a limpiarlas. En esas estaba cuando la vio... una inscripción metálica incrustada en un panel lateral. Corrió al escritorio, consiguió un trozo de papel mantequilla y un lápiz negro, se metió de cabeza en la barriga del piano y la calcó. El papel reveló un nombre en una lengua que no conocía, una referencia numérica y una fecha. Era todo lo que necesitaba, ahora nadie lo detendría. 
Aunque no podía leerlo, las palabras parecían escritas en ruso y como no conocía a nadie de esa procedencia, las envió por correo electrónico a sus clientes japoneses que disfrutaban las flores que él les vendía y cada empresas personal en la que se embarcaba. Al poco tiempo recibió la respuesta. La fábrica en donde lo habían construido, el número de referencia y la fecha, 1898.
Paciente búsqueda en la red y encontró la fábrica. De hecho, se trataba de una antigua firma de pianos que se remontaba al Zarismo. Les escribió.  Nunca supe si siempre daba con un obsesivo como él, o si tenía un muy preciso poder de convicción porque, contra todos los pronósticos, quien recibió el correo en las estepas rusas tuvo que remontar en reversa la Perestroika, el estalinismo, la revolución bolchevique hasta el zarismo para encontrar en los archivos la respuesta. Alfredo no salía de su contento. El piano, efectivamente, había sido construido en 1798 y había sido despachado a una firma distribuidora en París. 
Varias semanas en Internet y dio con la firma francesa. Escribió y esperó.   De nuevo, algún funcionario sobrevoló los archivos de la revolución Francesa  para encontrar la respuesta: el piano de la referencia había sido enviado a una firma española radicada en Sevilla que comerciaba con las Américas. Alfredo, transformado en viviente aleluya, hizo en su escritorio un altar para la respuesta.  Cuando le pregunté si ya había escrito a Sevilla me dio esa mirada de Usted con quién cree que esta hablando? Habían transcurrido seis meses desde que encontró el pequeño trozo de metal que escondía en su interior el instrumento.

Esta vez no envió un correo sino muchos y la respuesta no llegaba, de manera que se aplicó a enviar uno diario. Finalmente, del  Archivo de las Indias llegó la respuesta. El piano de la referencia había sido vendido y enviado a Perú en 1889. Ya estaba en el continente.
Archivos locales menos lo llevaron a dar con una pared. Empezaba a preparar un viaje a Lima cuando su esposa, que lo había observado en silencio durante meses, lo detuvo. Su abuelo había sido embajador en Perú seguramente lo compró allí. Innumerables correos electrónicos, nueve meses y una tonelada de paciencia lo habían conseguido. Había reconstruido el recorrido del piano desde la fábrica hasta su sala. Cumplida su hazaña era común encontrarlo sentado sólo en la sala mirando el piano sonrisa de Monalisa. Cuando alguien le preguntaba de dónde lo había sacado, simplemente respondía de Mamía./SYLVIA DAVILA MORALES ®

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