26 September 2011

TODOS PARA UNO



By: Sylvia Davila MM
Bogotá/ Copyright
Illustration: Google Images
September 26/2011
ENGLISH VERSION
http://www.pipolmagazine.com/2011/09/all-for-one.html


MINI-CUENTOS
Historia de la vida real
Poco antes de morir a los noventa y cuatro años, contó la historia a un grupo de familiares asombrados. Sucedió en un pueblo de América Latina a comienzos del siglo XX en donde el colonialismo, largo tiempo ido, vivía aun en las costumbres austeras, la vida social cerrada y moral oscura. Siete hermanos huérfanos, dos mujeres y cinco hombres, vivían en la antigua casa de los padres. Los matrimonios sucedieron en orden cronológico. Inauguró la era de las bodas el hermano mayor, luego el segundo, siguió el tercero hasta que todos los muchachos portaron una argolla en el dedo del corazón de la mano. Ellas no. Ellas habían cumplido veinticinco y veintisiete años sin que el altar se vislumbrara en su horizonte.
En un pueblo en el que el objetivo de las mujeres era una boda a los dieciséis y nutrida prole a los veinticinco, las hermanas se convertían en motivo de vergüenza y dolor para la familia. Los hermanos angustiados buscaron a los solteros del pueblo. Había dos. Un joven desgarbado dedicado a la crianza de gallinas, y un viejo malencarado asiduo de las tabernas. Intentaron también los pueblos aledaños pero encontrar esposo para hermanas pasadas de años resultó más difícil que verlas en casa, solas, dedicadas a labores manuales que humedecían con lágrimas silenciosas. Pasados los veinticinco nadie volteaba a mirarlas.
Avocados a tener y sostener dos hermanas solteronas - enlutadas temprano por un marido que antes de morir no había llegado - los hermanos concibieron una idea drástica. Si ofrecerlas en los pueblos cercanos enfrentaba el obstáculo de los años había que modificarlos. La familia reunida, hermanos y consortes, en un conclave secreto, sigiloso y murmurado, el hermano mayor describió para todos su plan sencillo, contundente y de una línea: “Vamos a quitarnos todos los años”.
Referencia infalible para calcular la edad de una persona reside son los hermanos. De manera que reducirle la edad a las hermanas sólo podía lograrse en grupo. Se quitaron todos siete años.
Cumplido el pacto fraternal con voto de silencio y requerimiento de memoria, los cinco hermanos recorrieron los pueblos cercanos para ofrecer dos hermanas casaderas, recién rejuvenecidas, de dieciocho y veinte años. El recorrido no fue largo. A los pocos días regresaron a buscarlas, habían encontrado prospectos de cuñados. En un pueblo lejano sin amigos o parentela, las dos hermanas bajo sus velos blancos, los siete años perdidos apretados fuerte con el rosario, tomaron votos para toda la vida y crearon familias numerosas. Todos los hermanos asistieron a la boda con la fecha exacta de la nueva edad adquirida. Sostuvieron el secreto con rigor espartano durante más de sesenta años. Sólo ellos lo sabían. Hermanos y consortes contaron con la fortuna de una juventud en solidaridad ganada y una muerte, para muchos, temprana. Fueron muriendo uno a uno. Debajo de sus lápidas los siete años desaparecidos. Cuando sólo quedó el último, el menor a los noventa y cuatro años, junto antes de morir hace pocos días, contó la historia a un grupo de familiares asombrados.
September 26/2011 - SILVIA DAVILA MORALES®

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