Hace ya muchos años, estuve en Japón en una invitación oficial. Dentro de la agenda de lugares maravillosos a visitar estaba incluida una visita al Centro de Competitividad de Tokyo. Allí, cuando el funcionario terminó su presentación, abrió una sesión de preguntas. Éramos un grupo interdisciplinario de ocho o diez personas, no recuerdo. Las preguntas fueron y vinieron. Yo, tengo que confesarlo, en esa etapa de la visita me perdí en la expectativa del siguiente paso de la agenda: Kioto, la vieja capital, los inmensos y silenciosos templos de madera, los jardines… y cuando andaba en esas, cayó la pregunta: “Sylvia San, quiere preguntar algo?” , se dirigió a mí el funcionario. Ningún malabar mental me alcanzó para salir del Kibuki a la competitividad, pero ante los doce pares de ojos clavados en mi, terminé balbuceando: “Se habla mucho del milagro japonés… como hicieron el milagro?” Al pronunciar la última sílaba ya sabía que acababa de hacer la pregunta más idiota posible que, además, pondría al pobre hombre a explicarme desde el Paleolítico. Por toda respuesta me hizo una pregunta muy oriental: “Alguna vez ha botado una piedra a un lago en calma? Cae la piedra y sale un pequeño aro, luego otro más grande, luego otro aún mayor, y así hasta que todos se vuelven de nuevo parte del lago. Empezamos por una casa, luego un barrio, luego un pueblo, una provincia, un estado, hasta que convencimos a todos de las bondades del cambio. Mi absoluta torpeza con las matemáticas me impide todavía entender el milagro japonés – a menos que se refieran a los cerezos floreciendo todos al mismo tiempo que es lo más parecido a lo que uno piensa puede ser un milagro – pero la metodología me pareció interesante.
Aquí, solo nos preocupamos por elegir Presidente. Cuando llega el tiempo de esas elecciones todo el mundo está informado, participa, vota, gana o pierde. Pero cuando se trata de esos otros aros, los Congresistas, los Gobernadores, los Alcaldes, los Ediles, ni siquiera estamos enterados. Nadie habla de eso, no sale mucha información, nadie los conoce. Nadie participa. Por eso, esos cargos caen en manos de personas que sólo buscan su propio interés. Los desfalcos masivos y voluminosos, las ferias de contrataciones y de notarias, el robo sistematizado desde las altas esferas de Estado. El jefe dando ejemplo… Qué país puede prosperar? Cuál gobernante puede gobernar? Quién puede vivir en ese pantano? Quienes ingenuamente creen vivir tranquilos en su pequeño mundo, y piensan que todo eso no es de su incumbencia y que las ondas de corrupción, ineptitud, deshonestidad y atraso nunca va a tocarlos, me permito recordarle que la naturaleza de los aros – pura física creo – es expandirse hasta volverse… el lago. En eso estamos. El año que entra se vuelven a elegir esos cargos, ahí veran si empiezan a informarse, a informarnos y a participar para decidir quienes ocuparán los cargos que hoy dan tanta vergüenza. SILVIA DAVILA MORALES/(Photo: Google)