Todas
las religiones tienen entre muchas una imágenes que las identifica. El buda sentado del Budismo, el candelabro
de siete brazos del Judaísmo, la diosa bailando del Hinduismo, la peregrinación
a La Meca del Islam, por mencionar algunas. El Cristianismo, dentro de su vasta
colección de imágenes, evoca aquella de Jesús sentado sobre una colina con los
brazos extendidos diciendo: “Dejad que los niños vengan a mi.” Razón por la
cual, un sacerdote pederasta es un autogol eclesiástico.
Una profesión sobre la cual la sociedad vuelca su
confianza, segura de que representa las virtudes humanas que hacen amable la
supervivencia y la convivencia, termina convertida en fuente de maltrato de
niños. Es cierto, no son todos. Como en todas las instituciones hay quienes
representan a cabalidad lo que la profesión pretendió en sus orígenes y también,
como en este caso, hay curas pederastas.
Un sacerdote pederasta no es cualquier persona. Es
una persona en la que el niño confía. Un niño protegido en la seguridad de su casa y de su colegio,
sus padres y maestros como única referencia, los ha visto confiar en la sotana.
Un niño a quien, probablemente, sus cristianos padres aun no le han hablado de
sexo. Un niño. Y no cualquier
niño, un niño que confía en el pastor. Hay un crimen más atroz, quizás. Que la
institución para la que trabaja lo proteja. Cuando un gobierno detecta un funcionario
corrupto lo despide. Si en las fuerzas armadas sucede lo mismo, lo destituyen.
Un trabajador que no le cumpla a la empresa lo botan. La empleada doméstica que
se robó un cubierto se va. Y al sacerdote pederasta lo esconden? Y no lo
esconde cualquiera. Lo esconde la institución que históricamente se ha
levantado como adalid del amor, la bondad, la compasión, el respeto y la
justicia. Y no esconde a cualquiera. Esconde a un hombre que ha traicionado la
confianza de un niño, ha engañado a sus creyentes padres, ha atropellado la
doctrina que profesa, ha pisoteado los votos que adquiriera, ha cometido un
delito y, lo imperdonable, ha matado la inocencia. Impunidad a pederastas? Por
los niños victimas de pederastas, por todos los niños, el mundo adulto debía
acunar la frase: “Dejad que los pederastas vengan a nosotros” así, por lo
menos, se estarían midiendo con los de su tamaño./Sylvia Dávila Morales ®