En 1979
la televisión en Colombia todavía era en blanco y negro. Durante un tiempo mi
generación no pudo ver el uniforme rojo del capitán Kirk, el dorado pelaje de
Lassie o los ojos azules del Dr. Kilder. Ese año, Fernando Gómez Agudelo, un
visionario amante de la música, inició el proceso de traer la televisión a
color para el país y para su productora. Para comprar las reproductoras que
leían color, envío a los Estados Unidos a quienes conformaban entonces su
equipo de producción: Patricio, Julio y yo. Teníamos veintisiete, veinte y
veintitrés años. Corría 1979. Patricio ya era la mano derecha de Fernando, yo
era una recién egresada en su primer empleo y Julio acababa de llegar de
estudiar televisión en el exterior.
Julio era la visión humana de una colombina chuta.
Una vara alta y delgada que terminaba en un copioso afro, vestido con camisas
hawaianas tres tallas grande. A sus veinte años Julio exhibía una rara mezcla
de madurez precoz en perfecta convivencia con una adolescencia que se negaba a
abandonarlo. Mezcla que se reflejaba especialmente en los viajes. Recepción
hotel. La eficiente recepcionista, formulario y esfero en mano, pegunta: Apellido? A lo que Julio responde Bond. Ella pide: Puede
deletrearlo? Un muy bien articulado b-o-n-d
llegaba. Ella llena la casilla y continua. Nombre? Y un serio Julio contesta James. En ese punto debíamos escoger uno de tres escenarios: risas
antes de volver a iniciar el registro; sonrisa aburrida anunciando que el ánimo
no está para chistes; o gélida mirada
mostrándonos la puerta. Lety, su siempre compañera, lo llamaba al orden
y le hacía prometer que no volvería a hacerlo, cosa que él prometía. Siguiente
hotel. Apellido... Bond, b-o-n-d. Y
otra vez a buscar en donde quedarnos.
Cuando Fernando nos envío a comprar las
reproductoras que traerían la televisión a color a la empresa, el funcionario
de inmigración en Miami vio que estábamos en grupo y nos hizo pasar juntos. Nos
acomodamos ordenados frente a un poco intimidados por la seriedad del funcionario.
El hombre revisó los pasaportes y preguntó a la vez que nos miraba: Cual es el motivo de su viaje? Antes que
alguno alcanzara a abrir la boca, pestañar o respirar, Julio uno noventa, en su
camisa hawaiana gigante, el afro desordenado y una sonrisa radiante dijo: To bring the color”.
La mirada del funcionario que ya dejaba ver los
barrotes de Alcatraz se le clavó al sonriente Julio que sostenía ambas, la
mirada y la respuesta; Lety lo regañó: Julio!
Deja de hacer esas cosas que nos van a tener aquí tres horas!, yo solté una
carcajada y Patricio contestó la pregunta. Hace días que no lo veo pero sé que
Julio aprendió ingles. Aunque la verdad sea dicha… la respuesta era correcta y
estaba en inglés.
Febrero 20/2011 - SILVIA DAVILA MORALES ®
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