Siempre
he pensado que la “cultura” sufrió una terrible suerte al quedar confinada a un
renglón de un programa de gobierno. Si empezamos desde el primer día de la
creación, la cultura es el resultado de un largo proceso. Empieza, creo, con
una comunidad delimitada a un territorio especifico. Sigue, talvez, con las
necesidades primarias de esa comunidad satisfechas. Continua, quizás, con un
acuerdo básico de convivencia. Y, cuando la comunidad organizada reconoce a
cada individuo el derecho a pensar…
surge “el arquitecto egipcio, el
astrónomo babilonio, el profeta hebreo, el gobernante persa, el poeta griego,
el ingeniero romano, el santo hindú, el artista japonés y el sabio chino”*.
La cultura no necesita permiso. Cuando se le respeta el derecho a pensar, el
siguiente paso natural es crear.
Y ahí es cuando le damos gracias a Dios por la
música, la poesía, la literatura, el baile, el teatro, el cine, la televisión y
– para no salirnos de contexto -, el carnaval de Barranquilla, el festival de
teatro de Bogota, los cuenteros de Chapinero, el festival Vallenato, la
orquesta Batuta, la Opera, las vestimentas indígenas, las gordas de Botero, el
currulao y el merengue, la salsa por supuesto, los tamales de pipian y el
ajiaco, las ferias de Cali y las de Pasto, los capachos llaneros y el chocolate
cachaco, las mantas guajiras, la Candida Erendida y Rin Rin Renacuajo, los
valles, los dos mares, la selva, el desierto, el llano y la Cordillera de Los
Andes. Colombia es de colores. Quizás es por eso que en estas elecciones a los
tradicionales azul y rojo se le sumaron el naranja, el amarillo, el verde y el
blanco. Esa es nuestra cultura: de colores. Y que cada comunidad adscrita - ya
no a un territorio especifico, sino a ideas específicas - piense y lo exprese
entre otras cosas con colores, da esperanza a todos. Es la esperanza de
cualquier país que quiera producir arquitectos, astrónomos, profetas
gobernantes, poetas, ingenieros, artistas y sabios. El derecho a pensar y a expresarse libremente ES la cultura
que se expande en conocimientos, en originalidades, en artes. Uno puede pedirle
a un candidato muchas cosas, pero si asegura esa, todos como país y cada uno
como individuo, tienen futuro. /SYLVIA DAVILA MORALES®