Mi
infancia estuvo rodeada de seres que no eran cualquier ser. Eran superhéroes.
Si, la generación que creció con la pasividad impenetrare del Sr. Spoke, el
calculo intuitivo de Sherlock Holmes, la lucha por la justicia de Clark sin gafas
Superman, la sonrisa del gato de Alicia, y el Martini doble sin mezclar de
Bond, James Bond, está en shock.
Estos héroes en el nuevo milenio son irreconocibles.
Holmes
no se cambiaba la gabardina, es cierto, pero su único acto de fuerza era prender
el fósforo para prender la pipa. Una aguda capacidad de deducción resolvía el
caso de turno, siempre a expensas de Watson. El Skerlock Holmes de hoy, desgreñado y borracho, enfrenta sus
investigaciones con toda clase de armas y destruye una zona de Londres cuando
apenas están rodando los créditos del comienzo. Irreconocible.
Superman,
el hombre de acero con conocimientos de otro mundo empeñado en luchaba por la
justicia. Le quitaron lo que lo hace súper, los poderes, para recibir una
paliza callejera. Irreconocible.
Bond
tenía licencia para matar para defender el mundo. Esperábamos que Penny Lenny
finalmente le robara el corazón, Q
nos deleitaba con la última tecnología, y M exponía el reto de turno. El Bond
de hoy mata a un hombre en un hotel antes que se haya pronunciado una sola
palabra en la película. Irreconocible.
Los
más sorprendentes, el Sr. Spock y Alicia.
Difícil saber hasta que insondable caverna de la confusión se puede
llegar para poner al Vulcano por excelencia a darle trompadas al capitán Kirk.
Si Spock viera la nueva versión de si mismo, levantaría la ceja y diría ilógico. Irreconocible. La utima sorpresa es Alicia su delantal de tul, vestido azul y libro, transformada en una Juana de Arco. Armadura y espada.
Si,
debo estar vieja. Pero no puedo dejar de soltar una lágrima por nuestros amados
superhéroes convertidos hoy en superhéroes armados. Una duda me asalta: qué superhéroes tienen los niños?
SYLVIA
DAVILA MORALES®
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