El
álbum Panini de futbol debe ser tan viejo como el mundial . Desde que tengo
memoria hacer el álbum era el calentamiento obligado previo al mes de descerebrada
televisiva. Se ahorraba para comprar tres, cuatro, cinco, ojala diez sobres.
Ninguna tarea, trabajo o examen
detenía la ceremonia de sentarse a abrir sobres y pegar monas. El
siguiente paso, cambiar monas. Los corrillos podían verse en toda esquina,
recreo o casa. Cuando se acercaba la fecha de inicio del mundial, el cambio de
monas se ponía frenético. Había que terminarlo cosa que, gracias al cambio de
monas, siempre sucedía para todos. Era una empresa colectiva.
Este
año era posible comprar una caja con la totalidad de las monas y llenar el
álbum en una sentada. Y hasta ahí
llegó la diversión. Comprar un par de sobres cada dos días, revisar listas,
verse con los amigos, el cambio de todos con todos quedo reducido a una cosa:
tener dinero para comprar la caja. El oficio hecho sin disfrutar el camino. La
expectativa, la emoción, el contacto con otros, el esfuerzo, el placer de cada
mona conseguida… la empresa colectiva perdida. La vida rápida sin ritmo, sin
tiempo para alegrías, sin limites. Qué fue del cambio de monas?
Cargué
mi fajo de monas varios días con la esperanza de encontrar quien quisiera
montarse a la empresa colectiva de llenar el álbum Panini de futbol. Sólo un
sobrino se compadeció y me cambió algunas. Así que opte por comprar otro álbum
que llenará mi otro yo. Así, por lo menos, no tengo que salir a cambiar monas./ SYLVIA
DAVILA MORALES ®
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