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Fernando Gómez Agudelo/ El Hombre que nos hizo Televidentes
Publicado en el periódico EL TIEMPO/ Abril 25, 2011
Hace 80 años nació
Fernando Gómez Agudelo. Uno de esos hombres capaces de dar un salto al vacío,
de enfrentarse a lo desconocido, de hacer lo que nunca nadie había hecho antes.
Se le midió a todos los retos y salió de todos victorioso.
Los grandes
quiebres de la historia tienen siempre de protagonistas a personas que se le
midieron a “lo imposible”. Fernando Gómez Agudelo fue una de ellas. A los 21
años, en siete meses y sin haber visto nunca televisión, consiguió diseñar, comprar,
traer e instalar en la escarpada geografía colombiana los equipos necesarios
para hacer la primera emisión televisada de nuestra historia. Años después,
cuando el país se había resignado a ver el alunizaje en fotografías porque no
tenía rastreadora, con sus propios medios y empresa, Fernando ideó una
operación creativa y audaz que nos permitió ver en vivo y en directo ese
pequeño paso para el hombre y gran paso para la humanidad. Su programadora -
RTI - lideró siempre el medio en tecnología y contenido con Fernando Gómez
sentado en la poltrona de su oficina, cafetera y taza de tinto, un cigarrillo
prendido en la mano, otro también prendido en el cenicero y música clásica de
fondo.
Carismático,
versátil, decidido, visionario y culto, Fernando Gómez fue uno de esos hombres
capaces de dar un salto al vacío, de enfrentarse a lo desconocido, de hacer lo
que nunca nadie había hecho antes, de ser el mismo con poder o sin poder, un
hombre que llevó sus pasiones a feliz termino. La música: su reverencia por Bach
reemplazaba al dios en el que no creía, y lo conocía hasta en su último adagio.
La electrónica: su afición por ella mantuvo al país, su programadora y su casa
funcionando siempre con la más reciente tecnología. Pero fue la radiodifusión,
único medio de comunicación masiva durante su infancia y juventud, la pasión
que lo llevó a cumplir la cita con el destino: la televisión.
Su padre José J.
Gómez, magistrado de la Corte Suprema de Justicia en los años treinta, instaló
en la vida de sus cuatro hijos pasión por la música clásica y, también,
estimuló el talento de sus dos hijos Ricardo y Fernando en la electrónica. El
barrio en el que vivían tenía el privilegio de contar con emisora radial propia
que los niños Gómez habían construido y en la que transmitían música, noticias
y comerciales. Formados en el Gimnasio Moderno y en el Gimnasio Campestre,
Ricardo tomó el camino de las Matemáticas y la Física en MIT y Caltec, y
Fernando el del Derecho en la universidad Javeriana, pero seguirían siendo
equipo en todas las aventuras en las que Fernando se embarcaba.
Cuando el general
Rojas Pinilla citó al director de la Radiodifusora Nacional - Fernando Gómez
Agudelo - para informarle que lo había elegido para dirigir la operación que
haría posible la primera alocución televisada de la historia, Fernando voló a
MIT y con Ricardo y un grupo de ingenieros de comunicaciones - sobre un mapa de
Colombia - calcularon los dos océanos, la selva, el desierto, los valles y la
cordillera de los Andes para hacer posible la televisión en el país. Compró los
equipos de transmisión en Alemania. En Nueva York mientras buscaba los equipos
para Estudio, se encontró con un compañero de colegio, Fernando Restrepo, quien
trabajaba en una empresa de tele-comunicaciones. Terminó ahí su búsqueda e
inició una amistad y sociedad para el resto de la vida. Los equipos listos,
faltaba quien pudiera operarlos y, de nuevo, llegó a sus oídos el cierre del
Canal 11 de Cuba, todos sus operarios vacantes y todos se vinieron a Colombia.
Para el contenido de una programación televisada y en vivo que no existía, se
trajo de la radiodifusión gente del mundo cultural que conocía bien y que él
mismo había llevado a la radio nacional. La primera transmisión de televisión
de la historia de Colombia fue impecable. Fernando Gómez tenía 21 años. De ahí
en adelante es historia. La televisión nació, se desarrolló y creció con
Fernando Gómez Agudelo.
El mejor ejemplo de
su personalidad, quizás, es la programación de RTI que comandaba y que debía
luchar en cada licitación de espacios de televisión, sistema que operaba
entonces: su clara comprensión del negocio hizo que su Telenovela fuera siempre la telenovela estrella. En las
licitaciones, Plaza Sésamo no era
negociable, la franja de los niños. El humor fue durante muchos años una franja
imbatible El Chinche, solo superado
por su auténtico gusto por la naturaleza, Naturalia.
Las series históricas que todos recordamos, verbi gracia Yo Claudio, La Caída de la Águilas,
los Reyes Malditos, las transmitió él.
Su arraigado compromiso con la verdad hizo de Enviado Especial de Germán Castro un éxito periodístico durante
toda una década. La Teletón de Carlos
Pinzón de la que fue pionero, funcionó hasta la muerte de ambos. Palco de Honor a las diez de las noche y
sin rating era uno de sus muy personales homenajes a la música clásica.
Tenía un especial
olfato para la gente. Uniendo los mejores veteranos con talentos emergentes,
conformó un equipo que mantenía en primer lugar a la programadora, y que le
seguía los pasos en cada nueva aventura que emprendía. La televisión a color,
los primeros exteriores, las unidades móviles, los sistemas modernos de
producción, todos llegaron a Colombia gracias a Fernando. Sus pupilos más
cercanos Patricio Wills, José Antonio De Brigard y Julio Sánchez Cristo le
hacen homenaje al liderar hoy en día la televisión y la radio.
Fue una
personalidad única. Alcanzaba todo lo que se proponía, era indiferente al almíbar
del poder y alimentaba un mundo propio. Era siempre él mismo, nada lo cambiaba.
El sistema de licitaciones y la permanente interacción con el poder que éste
obligaba, eran para él una media entre necesidad y desgracia que manejaba, por
lo general, con tacto diplomático y, a veces, con sinceridad de aplanadora.
Invitado por el Congreso a participar en un debate sobre la televisión publica
y privada, se paró en el proscenio en plenaria con la compostura que siempre lo
acompañaba, y con la voz grave y casi inaudible que usaba les dijo: “Lo que sucede es que todos ustedes son unos
mercachifles”.
En sus ratos libres
daba rienda suelta a las pasiones. Era común verlo en bata frente a la mesa de
trabajo del estudio de su casa destripando un amplificador recién comprado para
ver como funcionaba... con Bach retumbando en las paredes. Mantenía al país
tecnológicamente actualizado, pero también era el primero en tener en la casa
una cajita llena de botones desde donde controlaba las luces de la casa, la
puerta del garaje, la cafetera y el volumen del concierto. Sacaba tiempo para
hundirse de lleno en las actividades de su esposa Teresa Morales. Universidad,
museo o toda empresa que ella condujera tenía a Fernando ejerciendo de primer
asistente. Era una relación profunda - juntos desde los veinte años - de
intereses que servían a ambos. La literatura latinoamericana llevada a la
pantalla por Fernando e inspirada por Teresa, resultó un éxito de rating sin
precedentes. Le gustaba el campo y los niños. La fiesta de Navidad de RTI no
era nocturna ni había trago. Se hacía en un parque de diversiones con la totalidad
del personal, las esposas(os) y los hijos. Viendo el temor de los niños de
subirse al tobogán, Fernando, encorbatado, no dudaba en montarse al costal y
lanzarse rodadero abajo. “Grandes y chicos” lo seguían.
Fernando no se
detenía, quizás por eso se consumió pronto. El día antes de su muerte a las 59
años, estuvo instalando cables e interruptores para el equipo de sonido de la
sala de su casa. Fernando Gómez Agudelo se le midió a todas las hazañas
victorioso. Mantuvo siempre un compromiso con el país antes que con sus
intereses personales. Le dio rienda suelta a sus pasiones y se convirtieron en
hazañas históricas. Nunca abandonó la ternura con Teresa, Claudia y Gabriel, el
campo, los perros y los niños. Comandó la televisión colombiana al tiempo que
presidía una programadora pujante. Y la usó para darnos a todos los beneficios
de sus grandes pasiones, y de lo que era y nunca dejó de ser: un líder.
- Abril 25/2011 SYLVIA DAVILA MORALES ®
- Abril 25/2011 SYLVIA DAVILA MORALES ®
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