Es indudable que Osama Bin Laden era un mente asesina. Tampoco hay
duda de que la organización que lideraba causó dolor y daño a mucha gente.
También es un hecho que ver caer las torres gemelas cambio la visión del mundo.
Familias destruidas, una ciudad devastada, el mundo en vilo ante un acto
impensable.
No cabe la menor duda de que Bin Laden no esperaba que los
norteamericanos esperaran a ver si perpetraría otro hecho parecido, o no. Para
sentirse seguros tenían que detenerlo y lo hicieron. Defender al pueblo de
tamaño enemigo es la promesa y el deber de cualquier líder. También es cierto que nuestra mente
liberal habría preferido verlo juzgado, - si no para qué la ley? – pero también
es un hecho que el no se sometería. La confrontación llevó a su muerte. Lo
detuvieron. El contento es entendible.
Pero… calles inundadas de gente que, inconcientemente y por cuenta de una felicidad entendible, exaltan la teoría de “ojo por ojo”
atiza exactamente lo que se teme y puede volverse muy peligroso para las
presentes y futuras generaciones: una guerra sin fin, daño permanente, odio,
miedo. Un periódico que celebra la “venganza” en primera página, puede estar
pasando por alto el mensaje que envía sobre cómo compensar una pérdida. Mensaje
oído por quienes hoy lamentan esa muerte. Exaltar la teoría de “ojo por ojo”
puede hacerle un flaco favor a la paz dentro de ese país y en el resto del mundo. El odio
solo siembra odio. ® Silvia Davila Morales /Mayo 2011
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